Así como esos en los que tienes cero ganas de
hacer nada, pero tienes una montaña de trabajo por hacer. Días en los que trabajas
nueve horas de corrido, sin darte cuenta del paso del tiempo y a veces sin almorzar.
En teoría trabajo ocho horas diarias, aunque a
veces cuatro de estas son de reuniones que podrían en correos electrónicos.
Los cinco días de la semana pasan tan rápido y
a veces parece que solo he hecho tres cosas de valor en todo ese tiempo. Pero
esas ocho horas son las que me permiten ganar el sustento para cumplir mis
metas y antojos.
Por eso amo los feriados, por lo general los de
tres días, así puedo beber en el primero y recuperarme los siguientes. Esos
tres días saben a gloria cuando puedo disfrutarlos en la playa, ya no importan
las ocho horas de viaje entre ida y venida a Puerto López.
Así avanza mi vida y cada que puedo le pellizco
horas para leer, para meditar, para consentirme y así poder seguir.