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viernes, 21 de julio de 2017

Depresión



Sí, aquella enfermedad que se ha vuelto una epidemia en un mundo totalmente contaminado de cosas malas. La viví, sentí y superé, a veces asoman atisbos de tristeza y recuerdos de esa época, pero me sacudo los malos pensamientos como quien se sacude un zancudo rondando por su cabeza.


¿Cómo fue para mí? 

Silenciosa, aplastante, excluyente y muy dolorosa.


Literalmente sentía el dolor físico que puede llegar a causar, sentía esa presión en el pecho que no deja respirar, el insomnio que me provocaba hacía que al siguiente día me convirtiera en un zombie, un zombie que aparentaba estar bien, que siempre sonreía delante de todos, la payasa que permitió que ese estado la vaya devorando por dentro.


Para colmo de males vivía sola, miles de veces cuestionaba mi existencia. Cada vez que llegaba a mi departamento, la sonrisa se desvanecía al cerrar la puerta.

No tenía apetito, no tenía sentido cocinar para una sola persona. El cansancio me podía, trataba de concentrarme en lo que más me gustaba, la lectura, pero a veces mi mente simplemente volaba. Me hacía mil preguntas sin respuesta, ¿qué había hecho mal? Algunos días me respondía que quizás la decisión de vivir sola fue muy apresurada, otros días simplemente que mi vida estaba destinada a ser un eterno espiral de la derrota como la canción. No veía todo lo bueno que tenía, no me importaba verlo, estaba en un estado en el que veía todo mal.


No entendía cómo, si había pasado lo del cancer de mi mami, mis errores de ese tiempo y todo, me permitía estar en esa condición.


Descubrí que soy una actriz genial, nadie se daba cuenta, seguía siendo la misma "chica divertida" para todos, y yo simplemente me vaciaba más y más por dentro. Ahora siento la repercusión de todo aquello que dejé morir. Nunca más fui detallista, nunca más se me ocurrió hacer cosas lindas para las personas que amo, para nadie, ni para mis papas, ni hermanos, ni esposo, ni hija. De una u otra forma dejé que una parte de mi muriera, quizás la parte sensible de mi y es que me dolía, realmente me dolía.


La psicóloga me dijo: escribe en un cuaderno todo lo que te haga daño, repítete a ti misma que lo que pensabas que existía no existe en realidad, porque quien te ama no se va de un día para otro. 

¿Cómo es posible que un día tengas un océano de sentimientos y al otro día se desaparezca todo? A algún lugar tuvo que ir, ¿o no?

Y así hice planas enteras repitiéndome que lo que había vivido tantos años solo fue producto de mi imaginación, en un intento de resetear mi cerebro para ver si así en algo mi corazón dejaba de sentir y no era solo tristeza o pena, era abandono.


Lo bueno, quizá, es que siempre fui optimista, siempre buscaba lo positivo de lo negativo. En mi obsesión de salir de ese estado, busqué gente, usé a personas y dejé que me usaran. Solo quería sentir un poquito de lo que estaba acostumbrada a sentir, vivía en una montaña rusa, a veces cargada de adrenalina por las cosas estúpidas que hice y cuando se acababan llegaba como un huracán el hastío, la insatisfacción, el golpe de realidad en el que me daba cuenta de que seguía estando en el mismo punto de partida pero más rota.


Creo que en mis genes no está la valentía de quitarme la vida y por eso nunca lo hice, ¿que si lo pensé?, sí, más veces de las que cualquiera podría imaginar e inmediatamente pensaba en lo que dirían los demás, ¿cómo se sentiría mamá?, ¿cómo se sentiría papá?, ¿qué ejemplo le dejaría a mis hermanos? (Porque tenía metido en la cabeza que soy y siempre debía ser su ejemplo, el mejor de todos).

Quizás esa responsabilidad, esa carga autoinculcada hacía que me deprima más, debía ser mejor, siempre la mejor, no podía fallar. Y si me mataba no sería más que la perdedora que confirmaba con eso que era una fracasada. Así que con esa contradicción en mi cabeza luchaba por salir del hueco.


Al rato leía frases motivacionales y más tarde veía documentales de gente que se había matado de sobredosis, también me pregunté qué pasaría si me drogaba, o medicaba, al final es lo mismo. Recordé las pastillas que tomaba para mí crisis nerviosa, recordé lo que sentía cuando estaba drogui, era raro, veía pasar todo lento, mi cerebro todo lo procesaba lento, pero al menos no tenía ansiedad. Esa ansiedad que te hace cometer estupideces. Pensé en ir nuevamente al neurólogo para que me recete, pero nuevamente me acobardé. No niego que un par de veces tomé más de la dosis normal de Xanax, pero era simplemente para poder dormir, para poder descansar y simplemente seguir.


Y así pasaron meses en los que iba a farras, a la playa, a todos los lugares posibles con amigos a los que engañaba haciéndoles creer que me divertía y que estaba superando a mi "ex", ya no se trataba solo de mi ex, era sobre todo lo que estaba mal en mi vida. Viajé, estudié, bebí, bailé, tuve sexo con desconocidos y con conocidos también, tuve nuevas relaciones tormentosas y seguía estando rota. 


Un día de esos en los que las fuerzas se alejan de ti, regresaba de casa de mi mamá al departamento un poco antes de que me cambiara a casa de papis hasta esperar que me entregaran mi casa y mi mente estaba volando quién sabe dónde, mi cerebro no procesaba nada. Debía cruzar una calle que por lo general es transitada y fije mi mirada en el otro extremo de la calle a donde debía llegar, miré a los costados y sí, vi que se acercaba un carro, mi cerebro sabía que no debía echar a andar, pero mis piernas simplemente lo hicieron. El carro frenó y yo solo me vi poniendo las manos sobre el capot como si fuera a detenerlo con mi fuerza "sobrenatural", el señor frenó a tiempo y me insultó, abrió la puerta de su carro y supongo que al verme simplemente decidió seguir, insultándome, pero me dejó ir sin más. Yo no reaccionaba, solo atiné a seguir mi camino y llegar al depar. Cuando llegué estaba temblando y empecé a llorar, no como siempre, lloré toda la pena que sentía por mi misma, por haberme abandonado tanto, por haberme dejado a un lado, por haber permitido tantas vejaciones, por haberme defraudado, por haber creído durante tanto tiempo de que mi felicidad dependía de una persona y que sin ella nunca más sería feliz.


Desde aquella vez empezó el cambio, día a día era una lucha constante, pero a diferencia de antes me autoconvencía que todo iba a estar bien, que yo si podía, que solo había que hacer un esfuerzo más, todos los días, todas las noches sola. 


Cuando regresé a casa de papis estaba obligada a estar mejor. Debo siempre ser el ejemplo! 

Además, a menos que tuviera la valentía para autoliquidarme, tenía aún muchísimos años más de vida y era mi elección vivir ese tiempo sintiéndome menos que una cucaracha o empezaba a valorar todo lo bueno que tenía. No es fácil salir de ese estado, no es tan fácil como decir desde hoy todo cambia, pero siempre llega un momento en el que encuentras esa lucesita que ilumina el camino a la salida, a veces con ayuda, a veces a manera de accidente y otras quizás de la mano de Dios y solo hay que seguir su luz.


Nota: es la primera vez que expongo esto así y aunque me molesta hacerlo, creo que ya era hora de sacarlo. Solo espero que quien lo lea no juzgue, no haga prejuicios de esto, como siempre digo es mi forma de hacer catarsis.


Mona


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